Se encontraba en su celda mirando el bello paisaje por la pequeña ventana la cual iluminaba toda la habitación. Era una agradable tarde de invierno, por suerte no hacía mucho frío y hacía un esplendido sol que cada minuto que pasaba se escondía entre las colinas de aquel bucólico lugar donde estaba ubicado el Monasterio de San Domingo. Todo estaba bien excepto por una cosa, se había enterado de que a su gran amigo Nicolás lo habían expulsado de forma injusto del Consejo Religioso y todo por denunciar las malas praxis de algunos clérigos que se hacen llamar "aristotélicos".
El Asburgo apartó la vista hacía el techo y reflexionaba sobre aquel tema. Pensaba que era el momento de alejarse un poco de la política y empezar a prestar dedicación a la fe. En ese momento se encontraba sentado, se puso de pie y acto seguido se arrodilló en el suelo entrecruzando los dedos de las manos.
Tomó aire y empezó a orar.
-Credo in Deum,
Altissimum Omnipotentem,
Creatorem caeli et terrae,
Inferos et Paradisi,
Ultima hora animae judicem nostrae
Et in Aristotelem, prophetam,
Nicomaqui Phaetique filium,
Missum ut sapientiam et universi
Divas leges errantibus hominibus erudiret
Credo etiam in Christum,
Natum ex Maria et Ioseph,
Vitam dedit ut nobis paradisi viam monstraret
Sic, postquam sub Pontio passus est
Propter salutem
Nostram martyr perivit
Consecutus est Solem
Ubi Aristoteles ad Altissimi dexteram eum expectabat
Credo in Divinam Actionem,
Sanctam Ecclesiam aristotelicianam, romanam, unam et indivisibilem
Sanctorum communionem,
Peccatorum remissionem,
Vitam aeternam.
AMEN